

Siempre lo digo: hacer traducción jurídica es francamente difícil. Incluso para un jurista con buen dominio de lenguas, como es mi caso. Si tu combinación de idiomas es EN>ES, te enfrentarás a dos ordenamientos jurídicos muy diferentes, en los que la ausencia de equivalencias se da con frecuencia y realmente te las ves y te las deseas para traducir ciertos términos. La jurídica es una disciplina en la que no debes traducir sin entender, no puedes fiarte de los diccionarios y en la que las consecuencias de una mala traducción pueden ser graves. ¡¡Pero alguien tiene que hacerla!!
¿Cuáles son entonces las principales dificultades con las que se encuentran los imprescindibles traductores jurídicos? Les he planteado esta consulta en distintos grupos, de Facebook y de whatsapp. Desde aquí mi agradecimiento a todos los que han sacado un ratito para contestar, especialmente a quienes lo han hecho en entrevista personal o por correo electrónico de forma más desarrollada (gracias infinitas a Monika Miofsky, Vanessa Bech, Aurelio Casado y Sonia Aza).
En nuestro grupo de Traductores e Intérpretes de Málaga en Facebook y basándome en lo hablado previamente con Monika Miofsky, les consulté sobre los que yo entendía los cinco retos fundamentales del traductor jurídico:
- No escribir como lo hace un jurista
- No comprender 100% lo que traduces
- Distinguir si dos figuras jurídicas son equivalentes o solo similares
- Invertir demasiado tiempo en traducir ciertos textos
- No tener tiempo para estudiar Derecho.
32 traductores votaron, indicando las principales dificultades con las que se encuentran al abordar la traducción de textos jurídicos. Estos fueron los resultados, atención porque puede que te sorprendan tanto como a mí.
La dificultad más votada fue como ves el no escribir como lo hace un jurista (56,25% de los votos), por encima de distinguir si dos expresiones son equivalentes o solo similares (50%) y de no comprender 100% conceptos o expresiones (41%). Le siguen muy por detrás no tener tiempo para estudiar Derecho (¡ni querer hacerlo!) con 12,5% de los votos y por último invertir demasiado tiempo en traducir ciertos textos con tan solo un 6,25%.
Como digo, los resultados me han sorprendido. Quizás por ser jurista, esperaba que apareciera en primer lugar la falta de conocimientos y comprensión del Derecho, seguido, como consecuencia, de la necesidad de invertir demasiado tiempo por tener que desconfiar de los diccionarios, intentar entender textos abigarrados y conceptos complejos y recurrir a hacer consultas en foros y demás. Con frecuencia, nuestros alumnos traductores reconocen que traducían más de forma más despreocupada cuando no tenían conocimientos de Derecho. Pero ¿con qué consecuencias?
En mi opinión, no es posible escribir como un jurista sin hablar su idioma y hablar su idioma pasa por entender el Derecho. Si conoces y comprendes el Derecho, lograrás expresarte como un abogado, porque precisamente eso es lo que le diferencia de las personas legas en Derecho. Aurelio Casado, licenciado en Derecho y en Traducción, reconocía en su mensaje la dificultad de comprensión. Y apuntaba esta curiosidad con la que me siento identificada:
Cuando me han mandado alguna prueba de traducción he tenido la preocupación de que si lo hago muy bien puede que quien la corrija piense que me equivoco. El problema está en que hilo muy fino: una vez hice una prueba y en el texto me hablaba de los trust que erróneamente se suelen traducir como fideicomisos.
Los traductores de otras lenguas plantearon otros problemas, fundamentalmente relacionados con la carencia de recursos: buenos diccionarios en su combinación y foros especializados donde mandar sus consultas.
Otras dificultades interesantes que me han hecho llegar son:
- La duda sobre la adaptación o no de los textos según la lengua de destino, especialmente de los contratos
- La posibilidad de trasladar ciertas dudas al cliente con el fin de resolverlas con conjuntamente, algo con frecuencia inviable
- La traducción de los plazos, a veces muy confusa y a la vez tan importante en el mundo del Derecho
- La falta de consideración de las agencias, conocedoras de la dificultad añadida que entraña la jurídica, y sin embargo no reflejada con frecuencia en las tarifas
Como conclusión, opino que el traductor jurídico debe hacer un ejercicio constante de responsabilidad que pasa necesariamente por formarse, ya sea de forma autodidacta leyendo manuales de Derecho o, más sencillo, a través de cursos de especialización. Igualmente, pasa por estar al día de las novedades legislativas, en concreto de aquellas que impliquen cambios terminológicos. Ese conocimiento será el que le permita dominar, entender y hablar esta lengua de especialidad y superar el obstáculo de no poder expresarse como lo haría un jurista.
Lola Gamboa