

Para cuando leas esta entrada, yo ya estaré en tierras irlandesas, visitando a mi suegra.
No sé cuál es tu caso, pero yo soy de las que no se ha movido de casa desde el 13 de marzo de 2020, así que mientras te escribo estas líneas, aún no me lo creo que vaya a coger un avión.
Me da cierto respeto y a la vez cierto vértigo. Aunque el vértigo creo que tiene más que ver con no hacer nada durante 5 semanas.
Porque cuando digo nada es NA-DA.
Pongo el contestador automático en mi Gmail y hasta septiembre.
Por cierto: esta pausa para tomar oxígeno no me implica dejar de cobrar. Es lo bueno de tener un negocio online que puede funcionar sin problemas sin mí durante unas semanas.
No todo el año, ni mucho menos (ni me gustaría), pero unas semanas no son problema.
La verdad es que nunca he tenido miedo de parar por vacaciones. Siempre me he tomado todas las que he podido. En Navidades, en Semana Santa, en verano. A lo único que no hago caso es a los festivos, no suelo respetarlos.
Pero en verano, mínimo agosto he cerrado siempre.
Porque necesito esa pausa.
Escucho a mi cuerpo que ya me lo pide.
Escucho a mi cabeza que ya va mucho más lenta, se agobia por nada y no logra consumir más información. Rezuma, de hecho y siento que necesito vaciarla, porque es como una taza de té ya desbordada donde todo lo que echo cae fuera.
Sé que sois muchos los profes (sobre todo los de alumnos particulares) que seguís dando clase en verano a pesar de necesitar también esa pausa tan beneficiosa.
Otros hacéis la pausa porque os viene impuesta por el propio alumnado, pero esto implica no cobrar y por tanto no es tan bienvenida.
Si el cuerpo no os pide otra cosa que dar clase, perfecto.
Si es por miedo que no os dais vacaciones, creo que hay que revisar la confianza en una misma.
Y hay que hacerse valer.
No deberíamos ser fácilmente sustituibles.
No debería dar igual quién le dé clase a ese alumno.
No te interesa un alumno llamémosle con respeto “mercenario” que se irá con el mejor postor, con el profe con la tarifa más baja o con el que no descansa en vacaciones.
Y por supuesto si lo que ocurre es que no nos podemos permitir parar por una cuestión económica, entonces es nuestro modelo de negocio el que necesita revisión, porque hay algo que no estamos haciendo bien.
Y lo sabes.
Hoy veía en Instagram una foto de Raimon Samsó leyendo junto a su piscina y el siguiente post:
Si has hecho los deberes durante el año, es hora de parar (e iluminarte bajo el sol); si no, debes volver a la casilla de salida y perder tres turnos.
Yo he hecho mis deberes y voy a parar.
Para volver en septiembre con energías renovadas, vacía de información y con ganas de activar mi creatividad a full.
A mi vuelta tendré proyectos muy chulos que abordar y que contarte, como la creación y lanzamiento de TRANSFORMA (cuya lista de espera está on fire).
La verdad, había pensado dejarte preparado un último episodio en el podcast con recomendaciones lectoras.
Pero he pensado que quizás, como yo, tú también necesites vaciarte, no meter más información en tu cabeza y oxigenarte.
Así que hoy escribo solo para decirte que pongo el podcast en pausa hasta septiembre.
Ya tengo previstas entrevistas muy interesantes e inspiradoras para mi vuelta y confío en seguir contando con tu interés y tu atención a la vuelta.
Y sobre todo confío en que si eres adicta/o al trabajo o al miedo como yo, te des permiso para descansar o que evalúes si es verdad que no te lo puedes permitir.
¡Dale al pause, profe!
Nos hablamos en septiembre, feliz verano.
Lola