

Hoy te traigo una entrada muy especial para mí. Porque en ella entrevisto a una alumna traductora que soñaba con trabajar para la Comisión Europea.
Y que lo consiguió.
Tras varios cursos online conmigo, en junio nos conocimos en persona en Luxemburgo, pues gracias a su propuesta me invitaron a impartir dos talleres a los traductores españoles de la Comisión en dicha ciudad y en Bruselas.
Fue una experiencia increíble, un verdadero honor y una oportunidad única de conocer la institución por dentro. La acogida del Departamento español en ambas unidades fue realmente cariñosa y les estoy profundamente agradecida.
Cuando volví a casa pensé en lo interesante que sería poder entrevistar a Leire, para que ella nos contara su proceso para llegar a donde está (siendo además tan joven) y nos desvelara un poco del día a día y de la forma de trabajar de los traductores en la Comisión.
Creo que, como casi recién llegada (entró en 2018), está en la posición perfecta para acercarnos a la institución y a la labor de los traductores con la mirada fresca de quien lo observa todo con curiosidad, ilusión y admiración.
Sé que trabajar en una institución internacional (europea o no) es el sueño de muchos traductores y que, sin duda, despertará como mínimo tu interés. Estoy profundamente agradecida a Leire por su generosidad al aceptar mi propuesta, ya que estoy convencida de que vas a disfrutar conociendo un poco más los entresijos de la Comisión Europea para un traductor en plantilla.
¿Te pica la curiosidad? ¡Vamos a por la entrevista!
Leire, ¿cómo llegaste a ser traductora de la Comisión Europea?
Cuando estaba cursando tercer año de Traducción e Interpretación en la Universidad del País Vasco, en Vitoria-Gasteiz, tuve la suerte de tener una profesora de interpretación que trabajaba periódicamente para las instituciones europeas. Ella se enteró de la convocatoria de las oposiciones para ser traductor en las instituciones y nos lo comentó en clase. Uno de los requisitos para poder presentarse era tener una licenciatura y pude hacerlo gracias a que había cursado antes Comunicación Audiovisual.
El proceso consta de tres etapas:
- La primera de ellas es una prueba de razonamiento numérico y de comprensión escrita en español. Esta prueba no servía para nota, sino simplemente para descartar a quienes no la superaran.
- La segunda etapa consiste en realizar dos traducciones hacia el español. En mi caso, elegí francés e inglés como lenguas de origen, aunque también había otras opciones. Quienes superaban esta prueba pasaban a la última prueba, comúnmente conocida como assessment center.
- Esta última etapa incluye tres pruebas distintas y todas ellas se realizan en una segunda lengua (en mi caso, opté por el francés): una entrevista personal en la que se responden preguntas acerca de la trayectoria académica o profesional, las actitudes en el ámbito laboral, las experiencias, etc. La segunda prueba consiste en la presentación de un caso ante el tribunal. Para preparar el caso, se recibe un dossier con documentación que ha de analizarse para luego exponer los puntos principales. Por último, el ejercicio de grupo consiste en preparar otro caso (para el que también se cuenta con tiempo de preparación y con documentación), pero que posteriormente será debatido en grupo. En el fondo, se trata de una simulación de una reunión de departamento. Es ahí donde se estudia qué actitud adoptan los candidatos, si son conciliadores, si escuchan, si tienen dotes de liderazgo, etc.
¿Cómo te preparaste?
He de confesar que la posibilidad de aprobar me parecía tan remota que empecé a preparar las pruebas sin mucha convicción, aunque con muchas ganas. Recuerdo que busqué modelos de los ejercicios de razonamiento numérico y de comprensión escrita por internet y compré otros modelos que circulaban en línea. Durante un mes, pasé las tardes intentado resolver problemas de matemáticas. Llevaba más de ocho años sin estudiar esta materia, por lo que me costaba muchísimo encontrar la solución a los problemas. Recuerdo que encendía el cronómetro y consumía el tiempo de todo el examen sin haber resuelto ni tan siquiera el primer ejercicio. ¡Qué desesperación! Sin embargo, la práctica y el tesón fueron la clave.
Para la prueba de traducción, busqué textos de diversa índole en las páginas de las instituciones, en inglés, francés y español. Los traducía y luego comparaba mi traducción con la versión oficial en español. De esta manera iba puliendo detalles y corrigiendo errores. Además, preparé un glosario con las expresiones más fijadas o aquellas que me resultaban más difíciles.
Finalmente, cuando tuve que preparar el assessment center, internet resultó mi mejor arma. No sabía que existían cursos para preparar esta fase, así que lo hice por mi cuenta: busqué las preguntas a las que se habían enfrentado candidatos anteriores, apunté todos los ejemplos de mi trayectoria que podrían ejemplificar mi actitud ante el trabajo, etc. En resumen, imaginé cuáles podían ser las preguntas y preparé posibles respuestas. Echando la vista atrás, veo que lo ideal habría sido acudir a uno de los cursos oficiales de preparación de esta última etapa, pero no me quejo, pues tuve la suerte de que salió bien.
¿Qué ha sido esencial para lograr este objetivo?
Aunque no estoy segura, imagino que la clave es la constancia. Siempre he tenido un gran interés por aprender idiomas, por conocer otras culturas, por dar lo mejor de mí misma en todo lo que hago. Y por eso, quizás, este proyecto que comenzó con el lema «voy a intentarlo, aunque sé que es muy difícil» acabó convirtiéndose en una realidad.
¿Cómo es tu día a día en la Comisión Europea?
Los traductores del Departamento español de la Comisión Europea tenemos dos tareas fundamentales, aunque existen muchas otras: la primera de ellas, traducir. Esta tarea puede consistir en traducir reglamentos, directivas, preguntas parlamentarias, folletos de información para los ciudadanos, noticias web, pósteres divulgativos, etc. Por otro lado, dedicamos gran parte de nuestra jornada laboral a revisar las traducciones de otros compañeros o de trabajadores autónomos a los que la Comisión ha encargado ciertos proyectos.
Así, puede que un día me dedique fundamentalmente a traducir, otro a revisar, otro a documentarme sobre un tema para luego poder traducir o revisar con la calidad suficiente, etc.
¿Qué has aprendido hasta ahora?
En lo que al ámbito profesional se refiere, he podido comparar la traducción institucional con otros tipos de traducción a los que estaba más acostumbrada. En la agencia de traducción en la que trabajaba anteriormente, el rigor era una máxima fundamental. No obstante, el trabajo en la Comisión me ha hecho ser mucho más consciente de la importancia de la coherencia y la precisión. He aprendido a ser más concienzuda, a documentarme mejor, a mirar y remirar los detalles varias veces para conseguir que el resultado sea de calidad óptima. Si un reglamento utiliza la palabra «vehículo», todo documento que incluya referencias a dicho texto deberá utilizar ese mismo término, dejando de lado la palabra «coche». Esa coherencia facilita que los textos se entiendan mejor, que no haya equívocos, y que toda la legislación nacional derivada de estos textos jurídicos a nivel de la Unión sea también coherente.
A nivel más personal, he tenido la suerte de conocer a unos compañeros extraordinarios, que me enseñan herramientas, técnicas y formas de trabajar nuevas cada día. Todos están dispuestos a ayudar y eso no tiene precio.
¿Cómo se organiza el equipo de trabajo?
El Departamento español de la Comisión Europea tiene dos unidades: una en Bruselas y otra en Luxemburgo. En global, el Departamento cuenta actualmente con 61 traductores. En mi unidad, más concretamente, somos 23. Además, contamos con compañeros que realizan tareas transversales, fundamentales para el buen funcionamiento del departamento.
Tal y como te comentaba, todos revisamos el trabajo de todos. Esto resulta muy enriquecedor, porque nos permite observar distintos estilos, distintas estrategias, etc., aunque sabemos que existen ciertas normas que han de respetarse.
En otro orden de cosas, cabe señalar que ciertos traductores, por su trayectoria profesional o por su interés personal, se han especializado en algún tema concreto. Si recibimos una traducción de un tema especializado y esa persona está disponible, seguramente será la encargada de la traducción, lo que nos permite ganar en calidad, seguridad y eficiencia.
¿Cómo se distribuye la traducción de un reglamento o una directiva?
Las distintas Direcciones Generales que conforman la Comisión Europea solicitan la traducción de los textos pertinentes, a través del Departamento de planning, a la Dirección General de Traducción (DGT). Se estudian el número de páginas, el plazo, la disponibilidad de los distintos traductores, y el texto queda asignado a un traductor y a un revisor (traductor que hará las veces de revisor).
Por lo general, los reglamentos o las directivas no son excesivamente largos, por lo que el texto no se divide y es un único traductor quien se encarga de la labor de traducción. En algún caso puntual, si el texto es muy largo o si el plazo es muy corto, el trabajo se puede dividir entre dos o tres traductores, que deberán reunirse para fijar términos, establecer directrices comunes y colaborar a lo largo de todo el proceso para lograr el mejor resultado.
¿Qué directrices fundamentales debes seguir?
Las directrices que se han de seguir al traducir en la Comisión no son distintas de las que todo traductor autónomo ajeno a las instituciones debería aplicar. Resulta evidente afirmar que un buen traductor debe documentarse, descifrar el texto, llegar a entenderlo casi mejor que el propio autor, buscar la terminología adecuada, ser coherente, etc.
No obstante, tal y como te comentaba, la traducción institucional se distingue por la precisión, la coherencia y por un estilo «de la casa». Por explicarlo en pocas palabras, ese estilo propio consiste, entre otros aspectos, en respetar el Libro de estilo interinstitucional (LEI), que establece, por ejemplo, cuándo deben utilizarse las mayúsculas, en qué orden deben enumerarse los países, cómo han de citarse las subdivisiones de un acto jurídico, etc. Son unas normas fundamentales para que los textos del Departamento sean coherentes. Ese estilo consiste también en respetar la terminología del documento de referencia, tal y como explicaba antes con el caso de “vehículos”. Estos detalles son clave para que la legislación sea clara y no haya confusiones. Es un trabajo laborioso, pero un buen resultado siempre merece la pena.
En vuestro equipo hay terminólogos, ¿cuál es su función?
Son ellos a quienes recurrimos cuando se nos «atraganta» un término. En ocasiones, los textos a los que nos enfrentamos son de índole técnica y es necesario tener unos conocimientos sólidos para poder entender los conceptos y traducir con rigurosidad. Los terminólogos nos ayudan en esa búsqueda de documentación, en la búsqueda del que consideramos «el término exacto en ese contexto preciso». En mi opinión, realizan una labor excepcional.
Por otro lado, alimentan y mantienen actualizada la base de datos IATE, una herramienta fundamental para los traductores. Este trabajo de alimentación de IATE se hace de manera organizada sobre la base de los proyectos temáticos que prepara la unidad de Coordinación Terminológica, que realiza, además, otras funciones de coordinación y formación. Esos proyectos responden a las prioridades determinadas cada año por los departamentos lingüísticos, según las necesidades que van surgiendo.
¿Qué recursos esenciales utilizas actualmente?
En términos generales, el programa de asistencia a la traducción que utilizamos actualmente es SDL Trados Studio. Dado que, en ocasiones, los textos contienen partes repetidas o parecidas, esta herramienta contribuye en gran medida a la coherencia de la que hemos hablado. Un programa nunca sustituye a la verificación que el traductor ha de realizar por sí mismo, pero sí que facilita mucho el trabajo.
Otro de los recursos fundamentales es la página EUR-Lex, que da acceso al Derecho de la Unión y otros documentos públicos. Es ahí donde consultamos los reglamentos, directivas, decisiones, etc. en la que se basan nuestros textos.
Además, contamos con una memoria de traducción alimentada con las traducciones realizadas en los últimos años. Es una fuente muy rica de términos, conceptos, etc.
Por último, cada traductor cuenta con sus propias fuentes, según sus gustos y según el tipo de texto al que se enfrenta. También existen expertos nacionales con quienes podemos contactar en caso de duda.
Aprovecho para comentarte un nuevo recurso que la DGT está promoviendo actualmente: la eTranslation. Se trata de un servicio de traducción automática creado por la Comisión Europea, que permite obtener una traducción que sirva como base para una posterior traducción humana. La DGT está trabajando a fondo en ello.
¿Qué tipo de textos traduces aquí?
Lejos de lo que mucha gente piensa, nuestro trabajo diario es muy variado. Es cierto que traducimos, sobre todo, reglamentos y directivas, pero el ámbito sobre el que versa cada uno de estos textos no tiene nada que ver con el anterior. Hoy traduzco un reglamento sobre las cuotas de pesca en el mar Báltico; mañana revisaré los documentos de un procedimiento de infracción contra un Estado miembro que ha incumplido la legislación de la Unión; la semana que viene me documentaré sobre las enfermedades raras para traducir mejor un folleto divulgativo en el marco de una campaña de concienciación a la ciudadanía… Este aspecto es lo que más me gusta de mi trabajo: gracias a la diversidad de temas y a la ayuda inestimable de compañeros más experimentados, aprendo muchísimo cada día.
Personalmente, tengo cierta debilidad por la traducción jurídica. Qué te voy a contar, ¿verdad, Lola? Me divierto especialmente con cualquier texto relacionado de una manera más estrecha con asuntos europeos ante los tribunales. También me gusta traducir las respuestas de la Comisión a los ciudadanos, ya que siento que es una manera de acercar el trabajo de la Comisión y, más concretamente, nuestra labor a la vida cotidiana de cualquier europeo.
Eres miembro del equipo responsable de la revista puntoycoma, ¿te imaginabas alguna vez estando ahí cuando trabajabas como traductora en España?
Lo cierto es que no. Leía esta revista de vez en cuando y me gustaba mucho su contenido, pero jamás habría podido imaginar que llegaría a colaborar en ella. Es para mí un placer, a pesar de que en ocasiones siento que todavía no puedo aportar mucho, porque mis compañeros tienen un bagaje mucho más rico que el mío. No obstante, intento colaborar en la medida de mis posibilidades: propongo algún artículo, redacto algún cabo suelto y participo en la relectura de los números, para contribuir a que el resultado sea óptimo.
Por último, ¿qué consejo le darías a los traductores que sueñan con trabajar en una institución de la Unión Europea?
Me resulta difícil dar consejos, porque tan solo hace un año que estoy trabajando en las instituciones y no me siento con autoridad suficiente, la verdad. Tan solo puedo contarles mi historia, transmitirles que es posible llegar hasta aquí, a pesar de que al principio parezca inalcanzable. Con constancia, empeño y ganas, llegué a resolver en un minuto los mismos problemas de matemáticas que diez días antes me llevaban treinta. Valga este como ejemplo tonto para animar a quienes se plantean el proyecto europeo.
Una buena manera de comenzar es consultar el sitio web de EPSO, el organismo que se encarga de la selección de personal, donde hay mucha información.
Pero, sin duda, mi consejo final es: ¡sin excusas y a por ello!
No sé a ti, pero a mí me ha encantado esta entrevista.
Para mí, Leire es la constatación de que la perseverancia y el buen hacer tienen premio.
Gracias Leire, por todo.