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No sé si a ti te pasa como a mí, que unos días estás que te comes el mundo y otros dias te sientes del tamaño de un garbanzo, ¿te ocurre a ti también?
Hoy he escogido este tema de la infravaloración de uno/a mismo/a, porque al hablar con otros profes me doy cuenta de con frecuencia padecen, en mayor o menor grado, el síndrome del impostor, un fenómeno que les lleva a no sentirse legitimados para crecer profesionalmente porque no creen en sí mismos:
¿Quién soy yo para hacer esto? ¿Quién me creo? ¿A dónde voy yo?
La primera vez que me hablaron de este síndrome hace unos años (fue una de mis primas mellizas, que vive en EE.UU.), la explicación fue así de sencilla:
Es un síndrome que se caracteriza porque piensas que en algún momento alguien se va a dar cuenta de que en realidad no tienes ni idea de lo que haces.
Ostras, ¡clavado! Como profesora no nativa de inglés, ¡vaya si yo lo tenía!
Y aún así, con síndrome y todo, siempre he tirado millas.
He jugado, he creado, me he expuesto al juicio ajeno con nombre propio.
Y siempre han sido mis alumnos quienes han validado y validan mi trabajo.
Ellos son la prueba del algodón y ya sabes: «el algodón no engaña» (si no pillas esta referencia es porque ¡no vivías en España en los 90!).
Infravalorarse forma parte de nuestra cultura y está en tu mano entender cómo funciona tu mente para que tú puedas hacer tus propias elecciones en lugar de creerte sin cuestionarlo ese discurso interno que probablemente no es ni tuyo.
¡Todo esto para decirte que le des al play, profe!
Feliz jueves.
Lola